lunes, 18 de abril de 2011

Salus in periculis

SALUS IN PERICULIS: SALUD EN LOS PELIGROS. Esta inscripción se la pusieron a la Virgen junto al puente, ya que este se habia destruido numerosas veces.

Cafeteria Legis

Lex-legis es la misma palabra significa Ley. Lex es nominativo y legis genitivo

domingo, 17 de abril de 2011

Cafetería Athenas


La historia de Atenas se extiende más de 3000 años, lo que la convierte en una de las ciudades habitadas más antiguas. Durante la época clásica de Grecia, fue una poderosa ciudad estado que tuvo un papel fundamental en el desarrollo de la democracia También fue un centro cultural donde vivieron muchos de los grandes artistas, escritores y filósofos de la Antiguedad. Estas contribuciones de Atenas al pensamiento de su época tuvieron una gran influencia en el desarrollo de Grecia, de Roma y de la cultura occidental.
Atenas es una de las ciudades más ricas en restos arqueológicos de extraordinaria importancia, de los cuales el más famoso es el Partenón en la Acrópolis. Además de construcciones de la época clásica griega, también se conservan monumentos romanos y bizantinos, así como varias construcciones modernas notables.

Viriato Seguridad

Viriato fue caudillo de la tribu lusitana que hizo frente a la expansión de Roma en el territorio comprendido entre el Duero y el Guadiana, incluyendo aproximadamente lo que hoy es parte de la provincia de Zamora. No se sabe si nació en España o Portugal. La mayor parte de su vida y de sus campañas guerreras forman parte de la leyenda tejida en torno a su persona. La única referencia de su tribu nativa está en Diodoro Sículo, que la sitúa en la costa lusitana. Los romanos lo acabaron reconociendo como dux lusitanorum (líder de los lusitanos).
Viriato se lanzó contra el ejército romano para retroceder cuando los romanos se preparaban para el combate. Aprovechando el desconcierto creado por la iniciativa los lusitanos pudieron romper el cerco por varios puntos simultáneamente. La victoria lograda por Viriato le dio el mando de la confederación de tribus y durante varios años lucharon a sus órdenes.

Gimnasio Heracles

Heracles pasaba por ser hijo de Alcmena y Anfitrión, pero su verdadero padre fue Zeus: el dios para satisfacer el deseo que Alcmena le inspiraba, aprovechó que su marido estaba ausente, se hizo pasar por él adoptando su imagen y en una larga noche de amor concibió al héroe más grande de Grecia.
La diosa Hera, al enterarse, montó en cólera; cuando Zeus anunció que haría rey de Argos al niño de su estirpe que iba a nacer ese día, Hera le hizo jurar solemnemente que cumpliría su anuncio, ya que había concebido el siguiente plan: hizo que la esposa de Esténelo diera a luz un hijo prematuro y envió a su hija Ilitía para retardar el parto de Alcmena. Zeus, al ver que no sería Heracles quien reinaría en Argos, sino su primo Euristeo, sintió un gran dolor.
Heracles dio muestra de su enorme fuerza cuando, siendo un bebé, estranguló dos serpientes que Hera le mandó a la cuna. Más tarde, su maestro Lino le castigó por su indisciplina y, Heracles le dio un golpe tan fuerte que lo mató. A los 18 años ya sobresalía por su estatura y corpulencia. Su primera hazaña consistió en dar muerte a un león que causaba grandes estragos en la región del monte Citerón. En los 50 días que tardó en cazarlo y matarlo, dio muestras de su gran virilidad: Heracles se había instalado en el palacio del rey Tespio, quien, deseoso de emparentar con un hijo de Zeus, cada noche ordenaba a una de sus 50 hijas que se metiera en la cama de su huésped. Heracles, fatigado después de un día de caza y rodeado de oscuridad, creía que siempre era la misma mujer. De estas uniones nacieron los 50 Tespiadas.
Heracles había conseguido poner fin al tributo que los tebanos pagaban al rey de Orcómeno. En agradecimiento, Creonte, rey de Tebas, le dio en matrimonio a su hija Mégara. Ambos vivían felices en Tebas y fueron padres de tres hijos. Heracles pasaba la mayor parte del tiempo fuera, prestando su ayuda a quienes se la pedían.
En una de sus ausencias, Lico dio muerte al rey Creonte y se apoderó del trono de Tebas. Cuando Heracles regresó, mató a Lico y, mientras se preparaba para ofrecer un sacrificio de agradecimiento a Zeus, sucedió algo terrible: su rostro se descompuso, sus ojos se inyectaron en sangre y de su boca empezó a salir espuma. Entonces, confundiendo a sus propios hijos con los de Eristeo, preparó el arco para dispararles. Llenos de terror, los niños buscaron refugio: uno, entre la túnica de su madre; otro, detrás de una columna; y el tercero, bajo el altar. Heracles dirigió su arco al niño que se escondía tras la columna y la flecha le alcanzó en el hígado. Buscó entonces al que se había escondido debajo del altar y, a pesar de que el niño levantando sus manos le gritaba "Padre querido, no me mates. Soy tu hijo, no el de Euristeo", Heracles, con la mirada salvaje, le golpeó con su maza en su rubia cabeza rompiéndole el cráneo. Mégara, aterrorizada, se metió en el palacio con su tercer hijo. Pero Heracles arrancó las puertas y abatió con una sola flecha a la madre y al hijo. Y ya se lanzaba para matar a Anfitrión, cuando apareció Atenea y, arrojando contra su pecho una piedra, detuvo su furia asesina y lo sumió en un sueño.
Cuando despertó y vió lo que había hecho, la más negra desesperación  se apoderó de él y cayó en una profunda depresión, hasta que llegó el rey Teseo y le convencio para que se fuera con él a Atenas. Allí, tras purificarlo de sus crímenes, le aconsejó que fuera a Delfos para consultar que debía hacer para expiar la muerte de su familia.

viernes, 18 de marzo de 2011

Edipo

Siempre había pensado que era hijo de Pólibo y Mérope, hasta que en un banquete un compañero le dijo que no.
Ofendido, interrogó a su padre y a su madre, que se indignaron con tal calumnia. Pese a todo, Edipo no paraba de pensarlo, por lo que decició ir al oráculo de Delfos. Apolo no respondió a su prengunta, sino que le anunció otros males terribles: que mataría a su padre y se casaría con su madre.
Lleno de espanto, decidió huir a Corinto y se estableció en un lugar donde nunca pudiera ver cumplido lo que el oráculo le dijo. Después llegó a Tebas, sobre la que había caído una enorme calamidad: hacía meses que su rey, Layo, se había ausentado para ir a Delfos y nadie volvió a saber nada de él.
Coincidiendo con su desaparición, un terribles monstruo alado con cuerpo de león y rostro de doncella se estableció en el camino junto a una roca situada a poca distancia de la ciudad. Desde allí, propuso un enigma a todos aquellos que entraran o salieran de Tebas, y si no sabían la respuesta, la Esfinge se arrojaba sobre ellos y los asfixiaba. Ningún ciudadano era capaz de resolver el enigma. En poco tiempo, las casas de toda la ciudad se llenaron de sollozos y gritos de dolor, sin que pudieran encontrar consuelo a tal desgracia.
Entoncés le tocó el turno a Edipo. La Esfinge le acercó su bello rostro de doncella y, mientras agitaba las alas y preparaba sus garras ávidas de carne, con lúgubre voz dijo: "Hay sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo, con una sola voz que es también trípode. Es el único que cambia de natural de cuantos vivientes habitan en la tierra, por el aire y bajo el mar. Pero cuando camina
 apoyándose en más pies, es cuando el vigor de sus miembros resulta más débil". Su gritó de desesperación se oyó en toda la ciudad cuando Edipo dijo: "Es el hombre". Y llena de rabia, se precipitó desde la cima para no volver más.

jueves, 17 de marzo de 2011

Una lluvio de oro

Acrisio, rey de Argos, estaba muy preocupado porque no tenía un hijo varón, por lo que consultó al oráculo de Delfos. Pero Apolo le dijo que de su hija nacería un hijo que lo mataría. Acrisio, lleno de temor, intentó que la profecía no se cumplera: para ello, en una cámara subterránea de bronce encerró a Dánae, su única hija y a su nodriza para que la atendiera. Allí trancurrian lentos los días, sin que Dánae pudiera entender la crueldad de su padre.
Pero una mañana despertó trastornada a la nodriza por el sueño que había tenido. Le contó que había visto caer del techo de la cámara una lluvia de oro sobre su vientre, que la llenó de sensaciones que nunca antes había sentido, al tiempo que oía una extraña voz que le decía que era Zeus. La nodriza la tranquilizó y no dió más importancia al suceso hasta que, al cabo de unos meses, empezó a notar en el cuerpo de Dánae signos de un embarazo. Ninguna salía de su asombro y solo podían pensar que el sueño se había hecho realidad.
El paro fue fácil y nació un niño precioso. La mayor preocupación de ambas era que Acrisio no se enterara de lo sucedido. Pero un día que el niño lloraba, su abuelo, que paseaba cerca de donde estaban encerrados, lo oyó: este fue el comienzo de los males que sucedieron, pues Acrisio, sin creer en absoluto a su hija sobre el origen divino del niño, ordenó construir un arca donde encerró a Dánae y a su nieto, arrojándola posteriormente al mar. En cuanto a la nodriza, Acrisio la consideró cómplice y decretó su muerte.

martes, 15 de marzo de 2011

Roma

En la historia de Roma se distinguen tres periodos:

-La Monarquía (753-510 a.C.): según la tradición, Roma fue gobernada por siete reyes que sentaron las bases de su futura grandeza. Los romanos expulsaron al último de ellos y establecieron un gobierno republicano.

-La República (508-27 a.C.): en esta etapa los romanos conquistaron primero Italia y afianzaron después su poder en el Mediterráneo, incorporando muchos territorios. Se desarrolló una forma de gobierno basada en distintos tipos de instituciones -Asambleas ciudadanas y Senado-, en el que el poder ejecutivo lo ejercían magistrados de elección anual. Primero hubo una progresiva igualación de derechos políticos entre las dos principales clases sociales heredadas de fines de la Monarquía: patricios y plebeyos. En los dos últimos siglos de la etapa, conflictos sociales por el reparto de la riqueza, que degeneraron en guerras civiles, favorecieron cambios en el sistema político.

-El Imperio (27 a.C.- 476 d.C.): El Senado y las instituciones republicanas perdieron gran parte de sus atribuciones, ya que apareció la figura del emperador, que, monopolizando varios poderes, controló la cúspide del sistema político. Se divide en dos estapas:
 
   
       -Alto Imperio (27 a.C al siglo III d.C.): Su poder se basaba en la fidelidad de un ejército disciplinado e imbatible. Pero seguía vigente la legalidad republicana: el Senado, como teóricos representante del pueblo, debía renovar anualmente los poderes del emperador, y las Asambleas se reunían muy poco y para elegir cargos secundarios. Con el Imperio, Roma alcanzó su máxima expansión. En el siglo III, hubo una gran crisis económica, social y política, de la que solo se saldría adoptando importantes reformas.
    
       -Bajo Imperio (siglo IV y V d.C.): el emperador era un monarca absoluto por derecho divino. Quedaron totalmente anuladas las instituciones republicanas: las Asambleas ciudadanas desaparecieron y solo pervivió hasta el final un Senado consultivo aún más controlado por el emperador, que solo asumió funciones de gobierno en momentos de crisis. El cristianismo ascendió rápidamente, asociándose al poder casi desde principios del período. Hasta el final, el Imperio se dividió en dos partes: Imperio de Oriente e Imperio de Occidente, con dos emperadores. Cuando en el año 476 el emperador de Roma fue destituido, se desmembró el Imperio de Occidente; pero el de Oriente, con capital en Constantinopla, continuó existiendo durante toda la Edad Media con el nombre de Imperio Bizantino. 

sábado, 12 de marzo de 2011

Jasón

En la ciudad de Yolco reinaba Esón, casado con Alcímeda. Su hermano Pelias le arrebató el trono y lo encarceló de por vida, obligando a Alcímeda  a convertirse en su concubina. Previamente, consiguieron que un criado se llevara a su hijo Jasón a las montañas para que lo educara el centauro Quirón.
Pasaron los años y, cuando Jasón llegó a la adolescencia, regresó a la ciudad del Yolco. Se había convertido en un joven de un atractivo irresistible, y de echo no se conoce a ningún héroe que le superara en belleza. Iba vestido de un modo extraño: con una lanza en cada mano y cubierto con una piel de pantera, llevaba una sola sandalia, pues se dice que perdió la otra al atravesar un río en el camino. Y así lo vio llegar Pelias mientras estaba celebrando un sacrificio. Pero Pelias, al observar al joven se aterrorizó: el hecho de que solo llevara calzado un pie le hizo recordar un antiguo oráculo que le había advertido que se protegiera del hombre con una sola sandalia.
Cuando al día siguiente Jasón fue al palacio, se dio a conocer y le reclamó a Pelias el trono de su padre. Pelias no se atrevió a negarse, preocupado por el oráculo, y le dijo que se lo devolvería si le traía el vellocino de oro. Y Jasón, después de aceptar, hizo la voz de que iba a emprender una gloriosa empresa y no menos de cincuenta héroes acudieron a su llamada con el afán de participar. Entre la larga lista de los que en la aventura se embarcaron figura Tifis, el mejor timonel de la Hélade; Orfeo, el maravilloso poeta y cantor que con su lira era capaz de amansar a las olas; Cástor y Pólux, Heracles, Telamón, Peleo, Laertes, así como Zetes y Calais, los hijos del dios Bóreas. Se presentó incluso Atalanta, la única mujer de la expedición, famosa atleta y capaz luchadora.
El vellocino era la piel de un carnero alado, de lana de oro, regalo de Zeus que, muchos años antes, Hermes le había llevado a Néfele, esposa de Atamante, rey de Orcómeno, para salvar  a sus hijos Hele y Frixo. Atamante había repudiado a Néfele y estaba dispuesto a sacrificar a sus hijos, engañado por las maquinaciones de su segunda esposa. Los niños huyeron volando hacia el Este sobre el magnífico carnero alado. Sin embargo, en el trayecto, la desgraciada niña cayó al mar y se ahogó: desde entonces, esa zona del mar en que cayó, entre los estrechos que conducen al Ponto Euxino, recibió en recuerdo suyo el nombre de Helesponto, es decir, mar de Hele. Frixo en cambio consiguió llegar a la lejana Cólquide, situada al otro lado del Ponto Euxino, país en que reinaba Eetes, que la conservó como un maravilloso talismán de poder y la colgó en un árbol gigantesco del bosque sagrado de Ares, donde permanecía custodiada por un terrible dragón.

jueves, 10 de marzo de 2011

Historia de Grecia

La historia de Grecia se divide en los siguientes periodos:
-Civilización micénica (1500-1100 a.C.): su centro era la ciudad de Micenas. Los micénicos vivían en núcleos fortificados, conocían la escritura y tenían una sociedad muy jerarquizada, con un rey a la cabeza, rodeado de una aristocracia guerrera. En esta época hay que situar la guerra de Troya (1250 a.C.).

-Época oscura (1100-800 a.C.): son los años que siguen a la caída del poder micénico y a la llegada de los últimos indoeuropeos (los dorios).

-Época arcaica (800-508 a.C.): período de luchas políticas y sociales, de establecimiento de colonias por todo el Mediterráneo y de consolidación de las poleis, que culmina con el nacimiento, en algunas de ellas, de la democracia como forma de gobierno.

-Época clásica (508-323 a.C.): es la etapa más brillante de la civilización griega, en la que se desarrollan las principales aportaciones en el campo de la política, el arte y la cultura.

-Época helenística (323-146 a.C.): se inicia con las empresas de Alejandro Magno, rey de Macedonia, que conquistó todo el Mediterráneo oriental y el Imperio persa y difundió la cultura griega por todos los lugares. A la muerte de Alejandro, sus generales dividieron el Imperio en una serie de reinos que pervivieron hasta que fueron conquistados por Roma. 

martes, 8 de marzo de 2011

Aquiles

El matrimonio de Tetis y Peleo, a pesar de su fastuosa boda, solo duró unos pocos años; cuando nació su hijo Aquiles, Tetis abandonó a Peleo y volvió al fondo del mar. Hay quien dice que, antes de Aquiles, nacieron otro hijos, y que su madre, incapaz de aceptar la condición mortal que habían heredado de su padre, intentó eliminarla mediante el ritual mágico de exponerlos al fuego; pero lejos de convertirlos en inmortales, las llamas acabaron con sus vidas. Por eso, cuando nació Aquiles, Peleo no dejó de vigilar a su esposa y así pudo sorprenderla en el momento de colocar al niño en el fuego. Peleo consiguió cogerlo y pudo salvarle la vida; pero, desgraciadamente, los huesos del pie derecho ya se habían quemado. Fue el centauro Quirón quien evitó que el niño quedara cojo con una acción sorprendente: desenterró el cadáver de un gran corredor, el gigante Dámiso, y con los huesos de su pie hizo una prótesis para el niño. Tal vez por eso nadie era más veloz que Aquiles.
Otros dicen que Aquiles fue el primer hijo de Tetis y Peleo, y que la diosa, sabiendo que no podía impedir que su hijo fuera mortal, intentó hacerlo invulnerable sumergiéndolo en las frías aguas de la laguna Estigia; pero mientras lo introducía en el agua, lo sujetaba de un pie, por lo que esa parte de su cuerpo no entró en contacto directo con el agua y se convirtió en su único punto vulnerable. Cuando Tetis abandonó a Peleo, Aquiles fue enviado a casa de Quirón, situada en el monte Pelión, para que este lo educara: allí aprendió a cazar, a domar caballos y a luchar con todo tipo de armas, así como a cantar y a tocar la cítara. Pero su educación hubiera quedado incompleta si Quirón no hubiera ejercitado en las virtudes que caracterizan a un héroe: el culto al honor, el amor a la verdad, la lealtad a los amigos, la resistencia ante el dolor y, por supuesto, el arte de hablar bien en las asambleas con palabras persuasivas.
Cuando Aquiles todavía era un niño, Tetis supo que, si su hijo participaba en la Guerra de Troya, no volvería con vida de ella. Por eso, decidió esconderlo en Esciro, en la corte del rey Licomedes, disfrazado de niña. Aquiles se resistía a ser lo que no era, pero cuando vió a la bella Deidamía, una de las hijas del rey, aceptó el engaño. Y así pasó nueve años en Esciro, haciéndose pasar por hija de Licomedes. La llamaban Pirra porque sus cabellos rubios eran como el fuego.

lunes, 7 de marzo de 2011

Heracles

Heracles pasaba por ser hijo de Alcmena y Anfitrión, pero su verdadero padre fue Zeus: el dios para satisfacer el deseo que Alcmena le inspiraba, aprovechó que su marido estaba ausente, se hizo pasar por él adoptando su imagen y en una larga noche de amor concibió al héroe más grande de Grecia.
La diosa Hera, al enterarse, montó en cólera; cuando Zeus anunció que haría rey de Argos al niño de su estirpe que iba a nacer ese día, Hera le hizo jurar solemnemente que cumpliría su anuncio, ya que había concebido el siguiente plan: hizo que la esposa de Esténelo diera a luz un hijo prematuro y envió a su hija Ilitía para retardar el parto de Alcmena. Zeus, al ver que no sería Heracles quien reinaría en Argos, sino su primo Euristeo, sintió un gran dolor.
Heracles dio muestra de su enorme fuerza cuando, siendo un bebé, estranguló dos serpientes que Hera le mandó a la cuna. Más tarde, su maestro Lino le castigó por su indisciplina y, Heracles le dio un golpe tan fuerte que lo mató. A los 18 años ya sobresalía por su estatura y corpulencia. Su primera hazaña consistió en dar muerte a un león que causaba grandes estragos en la región del monte Citerón. En los 50 días que tardó en cazarlo y matarlo, dio muestras de su gran virilidad: Heracles se había instalado en el palacio del rey Tespio, quien, deseoso de emparentar con un hijo de Zeus, cada noche ordenaba a una de sus 50 hijas que se metiera en la cama de su huésped. Heracles, fatigado después de un día de caza y rodeado de oscuridad, creía que siempre era la misma mujer. De estas uniones nacieron los 50 Tespiadas.
Heracles había conseguido poner fin al tributo que los tebanos pagaban al rey de Orcómeno. En agradecimiento, Creonte, rey de Tebas, le dio en matrimonio a su hija Mégara. Ambos vivían felices en Tebas y fueron padres de tres hijos. Heracles pasaba la mayor parte del tiempo fuera, prestando su ayuda a quienes se la pedían.
En una de sus ausencias, Lico dio muerte al rey Creonte y se apoderó del trono de Tebas. Cuando Heracles regresó, mató a Lico y, mientras se preparaba para ofrecer un sacrificio de agradecimiento a Zeus, sucedió algo terrible: su rostro se descompuso, sus ojos se inyectaron en sangre y de su boca empezó a salir espuma. Entonces, confundiendo a sus propios hijos con los de Eristeo, preparó el arco para dispararles. Llenos de terror, los niños buscaron refugio: uno, entre la túnica de su madre; otro, detrás de una columna; y el tercero, bajo el altar. Heracles dirigió su arco al niño que se escondía tras la columna y la flecha le alcanzó en el hígado. Buscó entonces al que se había escondido debajo del altar y, a pesar de que el niño levantando sus manos le gritaba "Padre querido, no me mates. Soy tu hijo, no el de Euristeo", Heracles, con la mirada salvaje, le golpeó con su maza en su rubia cabeza rompiéndole el cráneo. Mégara, aterrorizada, se metió en el palacio con su tercer hijo. Pero Heracles arrancó las puertas y abatió con una sola flecha a la madre y al hijo. Y ya se lanzaba para matar a Anfitrión, cuando apareció Atenea y, arrojando contra su pecho una piedra, detuvo su furia asesina y lo sumió en un sueño.
Cuando despertó y vió lo que había hecho, la más negra desesperación  se apoderó de él y cayó en una profunda depresión, hasta que llegó el rey Teseo y le convencio para que se fuera con él a Atenas. Allí, tras purificarlo de sus crímenes, le aconsejó que fuera a Delfos para consultar que debía hacer para expiar la muerte de su familia.

domingo, 6 de marzo de 2011

Medusa

Hay quien dice que Atenea castigó a Medusa por pretender rivalizar en hermosura con ella. Pero no fue así. Todo ocurrió porque Poseidón, que deseaba vivamente a Medusa, no respetó el templo de Atenea y en él la abordó con una violencia terrible. Ella suplicó a la diosa, pero su estatua, ofendida por tener que presenciar el acto que más le desagradaba por su condición de diosa virgen, se dio la vuelta y con la égida cubrió su rostro. Y, como no era posible castigar a un dios tan poderoso como Poseidón, y una ofensa hecha a una divinidad no puede quedar impune, castigó a Medusa en una horrible gorgona. Su cabellera se convirtió en una maraña de repugnantes reptiles, sus dientes crecieron hasta sobresalir de sus labios como los jabalíes, sus manos se tornaron de bronce y le crecieron unas alas de oro; pero con ser terrible esa transformación, nada comparable al poder que tenía su mirada de gorgona, pues quien cruza su mirada con ella inmediatamente queda convertido en piedra. Por eso las gorgonas están condenadas a la soledad más grande porque nadie quiere arriesgarse a convertirse en piedra. Medusa se llenó de esperanza cuando oyó al joven y fingió estar dormida como sus hermanas, pues por un momento pensó en los maravilloso que sería conversar con él. Se confió y no temió ningún mal porque dormida el joven podía evitar su mirada. Pero no contó con la cruel Atenea. Perseo, por consejo de la diosa, había bruñido su escudo hasta convertirlo en un espejo y, mirando su imagen reflejada en él, pudo acertar en su golpe. Fue un tajo limpio, casi indoloro, y su alma marchó al Hades, pero no sin antes percibir cómo por su cuello seccionado nacían sus dos hijos: Pegaso y Crisaor.

sábado, 5 de marzo de 2011

Orfeo y Eurídice

Orfeo el tracio -al que la musa Calíope, unida a Eagro, parió en la cima de un monte- encantaba a los duros peñascos, a las aguas de los ríos y a las encinas con las melodías de su voz y de su lira.  Era tal su arte que algunos sospechaban que no era hijo de Eagro, sino del mismísimo Apolo. Vivía solo entre sus bosques, hasta que conoció a la ninfa Eurídice; entonces, su lamento de amor cobró tal fuerza y belleza, que a las fieras hubiera seducido. Y Eurídice le correspondió.
Celebraron la boda en los montes de Tracia, entre pastores y ninfas, aunque dicen que el chisporroteo de las antorchas nupciales fue un mal augurio. En efecto, la recién casada Eurídice, acompañada de un numeroso grupo de náyades, murió por la mordedura de una serpiente en el tobillo. Algunos dicen que fue porque se internó en el bosque huyendo de Aristeo, un pastor que, enamorado de ella, pretendía violarla.
Su esposo le lloró mucho, conmoviendo a todos los habitantes tracios. Para no dejar de intentarlo todo, se atrevió a descender al Hades por la boca de la caverna de Ténaro y, pasando entre multitudes de espectros que no habían recibido sepultura, llegó hasta las orillas de la Estigia. Con la única persuasión de su canto, logró que el viejo Caronte le cruzara a la otra orilla, a pesar de que estaba vivo, y sin entregarle nada a cambio. Con la fuerza de su música amansó al can Cerbero, que, olvidando los fieros ladridos de sus triples fauces, no opuso ninguna resistencia y lo dejó pasar.
Tras atravesar las puertas de bronce del Hades, recorrió sin vacilar los sombríos senderos de la inacabable pradera de los asfódelos, rodeado de sombras sin conciencia, y con valor dejó atrás a las temibles Parcas hilanderas. Así se presentó en el palacio subterráneo de Perséfone  y del dios Hades, soberano que gobierna el repulsivo reino de las sombras. Ante sus negros tronos, entonó con su lira una melodía nunca oída en aquel reino de muerte, acompañada de las más dulces y lastimeras palabras que un poeta haya podido nunca pronunciar.
Pulsó así Orfeo las cuerdas de su lira y entonó este canto: "Oh divinidades del mundo subterráneo de la muerte, al que venimos a caer todos los humanos. Si me permitís decir la verdad, no he descendido aquí para ver el oscuro Tártaro, ni para encadenar las tres gargantas de monstruoso Cerbero, como algunos héroes. El motivo de mi viaje es mi esposa, en la que una víbora introdujo su veneno y le arrebató su jóven vida. Yo quise ser capaz de soportarlo y lo intenté, pero el Amor ha vencido. Es el Amor un dios bien conocido en las regiones de arriba, pero no sé si también lo es aquí. Sospecho que lo conocéis también , pues si es cierta la historia de tu antiguo rapto, Proserpina, también a vosotros, reyes del Hades, os unió el Amor. Por estos lugares llenos de espanto, yo os lo suplico, ordenad que las Parcas vuelvan a tejer el hilo de la vida de Eurídice. Todos los seres llegamos a vosotros,  más tarde o más temprano: esta es nuestra última morada y vosotros poseéis, sin duda, los más extensos territorios habitados por la raza humana. También Eurídice será vuestra cuando haya cumplido los años de vida que merece. Solo os pido su desfrute temporal, como un obsequio. Y si me negáis esta concesión para mi esposa, he tomado la decisión de no volver al mundo: gozad entonces con la muerte de los dos" .
Mientras cantaba y hacía vibrar las cuerdas de su lira, todas las almas sin sangre lloraban por él: Tántalo no intentó alcanzar los frutos que se le escapaban, quedó paralizada la rueda de Ixión, las Danaides dejaron su eterno transporte de agua, y Sísifo se sentó en su peñasco para escucharlo. Se dice que entonces, por primera vez, se humedecieron de lágrimas las mejillas de las Erinnias, subyugadas por el canto. Cuando Orfeo concluyó su melodiosa súplica, ni Perséfone, ni el temible dios Hade, que gobierna los abismos, fueron capaces de decir que no a aque poeta suplicante, y ordenaron que se trajera a Eurídice.

viernes, 4 de marzo de 2011

La pasión de Fedra

Ártemis fue a Atenas para que Teseo la escuchara decir la verdad sobre la horrible tragedia que lo abrumaba y brillara así la inocencia tanto de su esposa Fedra como de su hijo Hipólito. Afrodita, celosa del amor que Hipólito tenía a Ártemis, decidió castigarlo e hizo que, cuando Fedra lo vió en Trecén, concibiera por él una pasión que la llenó de vergüenza y la postró en su lecho. La nodriza de Fedra, viendo la agonía que padecía, se aprovechó de que Teseo estaba fuera y consiguió sonsacarle la causa de sus males. Con la intención de resolverlos, habló con Hipólito. El joven se horrorizó  ante lo que consideró amor sucio y traidor, y con palabras de un desprecio total contra las mujeres despidió a la anciana a gritos, Fedra lo oyó y pensó que Hipólito se lo contaría a su padre. Ofendida por las injustas palabras del joven y temiendo la deshonra que caería sobre ella y sus hijos, buscó una salida para el deshonor: rasgó su túnica y se ahorcó en su alcoba, pero antes dejó escrita una tablilla en la que acusaba a Hipólito de intento de violación.
Cuando Teseo regresó a palacio, se encontró con el cadáver de su amada esposa y leyó la tablilla delatora. Pidió una explicación a Hipólito, pero este, atada su boca por el juramento que había hecho a la nodriza, no puedo defenderse. Entonces Teseo lo echó de palacio, no sin antes pedir a Poseidón que lo castigara. Y un día en que Hipólito iba con su carro por la orilla del mar, de las olas salió un monstruo. Los caballos se encabritaron, Hipólito cayó y, enredado su cuerpo con las bridas, fue arrastrado por las rocas. 

jueves, 3 de marzo de 2011

La nereida Tetis

Zeus, rey de los dioses ,se enamoró de Tetis,una de las 50 hijas del dios marino Nereo y quiso tener una aventura con ella. Pero el anciano Proteo, una divinidad del mar que tenía la capacidad de adivinar el futuro, predijo que el hijo que naciera de Tetis superaría en todo a su padre. Zeus, al oír la profecía, por temor a que su hijo lo destronara, decidió que Tetis se casara con un mortal, Peleo Eácida, rey de Ftía.
Tetis al principio se negó a este matrimonio que consideraba humillante. Zeus, entonces aconsejó a Peleo que la intentara seducir en una cueva junto a la playa de Hermonia, donde le gustaba descansar. Peleo fue allí y la encontró dormida. Entonces, abrazándola con fuerza intentó forzarla. La diosa tenía la facultad de cambiar de figura pero ni transformándose en árbol ni en ave podía escapar de él. Se transformó en tigre y Peleo aterrado huyó.
Peleo consultó entonces al dios Proteo, que le dijo que éxito de su empeño consistía en hacer frente a las figuras que la diosa adoptaba. Y lo intentó por segunda vez, reteniendo con fuerza el cuerpo de la nereida, hasta que cansada se mostró como Tetis. Comprendiendo que Peleo contaba con el apoyo de los dioses, ella se rindió y ambos se unieron y concibieron un hijo.
La boda se celebró en el monte Pelión. Asistieron tanto los dioses olímpicos como nereidas, musas, centauros... La alegría reinaba hasta que se presentó la única diosa que no había sido invitada: Eris (la Discordia). Como venganza, arrojó sobre la mesa una manzana del jardín de las Hespérides en la que se podía leer: " Para la más hermosa ".
Inmediatamente tres diosas se abalanzaron para coger la manzana: Hera, Atenea y Afrodita. La pelea fue grande y, como no se ponían de acuerdo en quién debía ser la poseedora de esta manzana, pidieron a Zeus que resolviera la disput. Pero Zeus, temiendo los reproches de las perdedoras, decidió que la elección corriera a cargo de un mortal: Paris, un joven troyano. Zeus ordenó a Hermes, el mensajero de los dioses, que se trasladara con las tres diosas hasta el monte Ida, donde Paris apacentaba diariamente su rebaño.