lunes, 7 de marzo de 2011

Heracles

Heracles pasaba por ser hijo de Alcmena y Anfitrión, pero su verdadero padre fue Zeus: el dios para satisfacer el deseo que Alcmena le inspiraba, aprovechó que su marido estaba ausente, se hizo pasar por él adoptando su imagen y en una larga noche de amor concibió al héroe más grande de Grecia.
La diosa Hera, al enterarse, montó en cólera; cuando Zeus anunció que haría rey de Argos al niño de su estirpe que iba a nacer ese día, Hera le hizo jurar solemnemente que cumpliría su anuncio, ya que había concebido el siguiente plan: hizo que la esposa de Esténelo diera a luz un hijo prematuro y envió a su hija Ilitía para retardar el parto de Alcmena. Zeus, al ver que no sería Heracles quien reinaría en Argos, sino su primo Euristeo, sintió un gran dolor.
Heracles dio muestra de su enorme fuerza cuando, siendo un bebé, estranguló dos serpientes que Hera le mandó a la cuna. Más tarde, su maestro Lino le castigó por su indisciplina y, Heracles le dio un golpe tan fuerte que lo mató. A los 18 años ya sobresalía por su estatura y corpulencia. Su primera hazaña consistió en dar muerte a un león que causaba grandes estragos en la región del monte Citerón. En los 50 días que tardó en cazarlo y matarlo, dio muestras de su gran virilidad: Heracles se había instalado en el palacio del rey Tespio, quien, deseoso de emparentar con un hijo de Zeus, cada noche ordenaba a una de sus 50 hijas que se metiera en la cama de su huésped. Heracles, fatigado después de un día de caza y rodeado de oscuridad, creía que siempre era la misma mujer. De estas uniones nacieron los 50 Tespiadas.
Heracles había conseguido poner fin al tributo que los tebanos pagaban al rey de Orcómeno. En agradecimiento, Creonte, rey de Tebas, le dio en matrimonio a su hija Mégara. Ambos vivían felices en Tebas y fueron padres de tres hijos. Heracles pasaba la mayor parte del tiempo fuera, prestando su ayuda a quienes se la pedían.
En una de sus ausencias, Lico dio muerte al rey Creonte y se apoderó del trono de Tebas. Cuando Heracles regresó, mató a Lico y, mientras se preparaba para ofrecer un sacrificio de agradecimiento a Zeus, sucedió algo terrible: su rostro se descompuso, sus ojos se inyectaron en sangre y de su boca empezó a salir espuma. Entonces, confundiendo a sus propios hijos con los de Eristeo, preparó el arco para dispararles. Llenos de terror, los niños buscaron refugio: uno, entre la túnica de su madre; otro, detrás de una columna; y el tercero, bajo el altar. Heracles dirigió su arco al niño que se escondía tras la columna y la flecha le alcanzó en el hígado. Buscó entonces al que se había escondido debajo del altar y, a pesar de que el niño levantando sus manos le gritaba "Padre querido, no me mates. Soy tu hijo, no el de Euristeo", Heracles, con la mirada salvaje, le golpeó con su maza en su rubia cabeza rompiéndole el cráneo. Mégara, aterrorizada, se metió en el palacio con su tercer hijo. Pero Heracles arrancó las puertas y abatió con una sola flecha a la madre y al hijo. Y ya se lanzaba para matar a Anfitrión, cuando apareció Atenea y, arrojando contra su pecho una piedra, detuvo su furia asesina y lo sumió en un sueño.
Cuando despertó y vió lo que había hecho, la más negra desesperación  se apoderó de él y cayó en una profunda depresión, hasta que llegó el rey Teseo y le convencio para que se fuera con él a Atenas. Allí, tras purificarlo de sus crímenes, le aconsejó que fuera a Delfos para consultar que debía hacer para expiar la muerte de su familia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario