viernes, 4 de marzo de 2011

La pasión de Fedra

Ártemis fue a Atenas para que Teseo la escuchara decir la verdad sobre la horrible tragedia que lo abrumaba y brillara así la inocencia tanto de su esposa Fedra como de su hijo Hipólito. Afrodita, celosa del amor que Hipólito tenía a Ártemis, decidió castigarlo e hizo que, cuando Fedra lo vió en Trecén, concibiera por él una pasión que la llenó de vergüenza y la postró en su lecho. La nodriza de Fedra, viendo la agonía que padecía, se aprovechó de que Teseo estaba fuera y consiguió sonsacarle la causa de sus males. Con la intención de resolverlos, habló con Hipólito. El joven se horrorizó  ante lo que consideró amor sucio y traidor, y con palabras de un desprecio total contra las mujeres despidió a la anciana a gritos, Fedra lo oyó y pensó que Hipólito se lo contaría a su padre. Ofendida por las injustas palabras del joven y temiendo la deshonra que caería sobre ella y sus hijos, buscó una salida para el deshonor: rasgó su túnica y se ahorcó en su alcoba, pero antes dejó escrita una tablilla en la que acusaba a Hipólito de intento de violación.
Cuando Teseo regresó a palacio, se encontró con el cadáver de su amada esposa y leyó la tablilla delatora. Pidió una explicación a Hipólito, pero este, atada su boca por el juramento que había hecho a la nodriza, no puedo defenderse. Entonces Teseo lo echó de palacio, no sin antes pedir a Poseidón que lo castigara. Y un día en que Hipólito iba con su carro por la orilla del mar, de las olas salió un monstruo. Los caballos se encabritaron, Hipólito cayó y, enredado su cuerpo con las bridas, fue arrastrado por las rocas. 

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